POR EL MAR DE LA NOTICIA NOVELADA

Agustín Labrada Aguilera

Las fronteras existentes entre alto periodismo y literatura son tan frágiles como las que se manifiestan entre las artes marciales hollywoodenses y las coreografías de espectáculos. No es difícil encontrar crónicas, reportajes, entrevistas y artículos que conservan su raíz periodística, en tanto informan sobre la realidad, pero su escritura aparece matizada con elementos literarios.
En nuestros días, suena reiterativo recordar que el periodismo -engarzado dentro de la familia de la historia- no es completamente objetivo y que la literatura, como arte, no se limita únicamente a experimentos subjetivos dentro de su expresión. Ambas manifestaciones reflejan el mundo circundante con sus seres y paisajes, y pueden -algunas veces- alcanzar dimensiones estéticas.
Durante todo el siglo XX, escritores de renombre han ejercido la profesión periodística y han concebido textos perdurables en sus géneros, autores que no han menospreciado la actividad reporteril y que al incursionar en ella la han enriquecido, como Ernest Hemingway, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Monsiváis, Truman Capote, Vicente Leñero, Eduardo Galeano y Gabriel García Márquez.
García Márquez, considerado por la crítica universal como uno de los principales narradores de la lengua española, cuenta en su bibliografía con varios libros de contenido periodístico, entre otros: Relato de un náufrago, Textos costeños, Aventura de Miguel Litín clandestino en Chile, Noticia de un secuestro y la selección de sus juveniles Crónicas y reportajes.
El texto final de esa compilación que publicó La Oveja Negra, titulado "El escándalo del siglo", es un digno ejemplo donde el Premio Nóbel conjuga armónicamente las técnicas más ortodoxas de la crónica-reportaje con los recursos tradicionales de la novela, la exactitud documental con la descripción literaria, el lenguaje objetivo de la noticia con las recreaciones narrativas.
Escrita en la capital italiana en septiembre de 1955 y fragmentada en trece partes, la crónica-reportaje se estructura al mismo tiempo como una noveleta policíaca, donde a partir de la desaparición de Wilma Montesi, una muchacha de familia proletaria de Roma, que luego aparece ahogada en las playas de Torvajanica, cerca de Ostia, se desata todo un caos de personajes y conflictos.
El ensayista Víctor Rodríguez resume así el contenido del texto: "Por medio de la tipificación se realiza un agudo corte de la pirámide social italiana, desde su oscura cima -el príncipe D'Assia, el multimillonario Ugo Montana, y el hijo de un ministro, implicados en el asesinato- hasta la hija del carpintero, Wilma Montesi, obligada a llevar una 'doble vida' y muerta a los 21 años.
"Se denuncia la corrupción reinante en el seno de la Policía -que alcanza hasta el cuestor de Roma Severo Polito, encubridor del crimen-, el tráfico y consumo de estupefacientes, y otros negocios como el juego -la enigmática Gioben Jo llegó a perder trece millones de liras en un partido de cartas- y la prostitución, a lo que se añade una absoluta falta de confianza en la justicia..."
El relato es tenso de principio a fin debido al misterio de la muerte de Montesi, los testimonios contradictorios de 32 testigos que mienten o fabulan y los múltiples caminos errados que atraviesan las autoridades en el seguimiento del caso Wilma, por lo que se ven obligados a retornar hasta el comienzo y reabrir los archivos en una búsqueda cada vez más estéril y nebulosa.
Los sucesos relatados transcurren entre 1953 y 1954. El periodista resume en su crónica-reportaje, tiempo después, fragmentos por él investigados, especulaciones y una síntesis de notas informativas aparecidas en ese periodo en diarios y revistas de Italia, y ordena toda esa información de forma cronológica hasta agotar, dentro de sus dominios, todas las fuentes.
Cita declaraciones de los personajes involucrados, boletines de prensa de la procuraduría nacional de justicia italiana, segmentos informativos publicados en los periódicos y cartas testimoniales que le conceden verosimilitud al texto, cuya fluidez narrativa es propiciada en muchos momentos por las propias anécdotas, sabiamente intercaladas en el cuerpo de la crónica- reportaje.
El Gabo humaniza la información, hace una radiografía emocional de los personajes y de las situaciones, sin llegar a honduras subjetivas, e interpreta desde su posición de cronista diversas lecturas de los acontecimientos. Todo ello en una prosa diáfana, de intensidad rítmica, narrada en tercera persona con algunas señales dirigidas al lector, que dotan de dinamismo a la historia.
"El escándalo del siglo" se literaturiza por distintas razones: el lenguaje, pese a su relativa objetividad, contiene figuras retóricas como metáforas, símiles, imágenes y la propia hipérbole del título; y los personajes están delineados en sus caracteres, tienen antecedentes biográficos y actúan -dentro del realismo noticioso- con comportamientos dramáticos, como en una película.
Es más cercana esta crónica a la novela que al cuento porque no está centrada en un solo conflicto, sino que parte de la misteriosa muerte de Wilma Montesi y entra en un verdadero laberinto de ámbitos que se abren y se cierran y enredos policíacos, unidos -sin embargo- en una fábula o suceso esencial formada por nexos argumentales y líneas de trama, propios del arte narrativo.
Cuando finaliza la crónica, numerosos son los culpables que por azar descubre la policía. Se determina que la muchacha consumió drogas antes de fallecer ahogada, que su muerte fue un asesinato y no un suicidio, que frecuentaba -a pesar de la primera imagen de inocencia- antros de diversión y contrabando, pero quedó un último enigma que ni el reportero pudo descifrar.
"La ardua tarea del presidente Sepe estableció que Wilma Montesi estuvo 24 horas fuera de su casa. ¿Qué hizo durante esas 24 horas? Esa es la gran laguna del sumario. A pesar de que 20 personas serán juzgadas por falso testimonio, ninguna de ellas pretendió poner en claro el misterio. Nadie habló de haber estado con Wilma (...) mientras su padre la buscaba desesperadamente.
"Al día siguiente, cuando Ángelo Giulani recibió el telegrama en el que se le decía que su novia se había suicidado, Wilma Montesi estaba viva. Debió comer por lo menos dos veces antes de morir. Pero nadie ha sabido decir dónde tomó esas comidas. Ni siquiera ha habido nadie que se haya atrevido a insinuar que la vio al atardecer del diez de abril, comiéndose un helado."
El reportero logra un texto espléndido que al leerse, después de muchos años de haber sido escrito, provoca apasionamiento y placer, y trasciende no tanto por su temática, ya que la corrupción y el comercio oscuro asociado al homicidio siguen siendo actos normales tanto en Italia como en los países de Europa, Estados Unidos y nuestra América, sino por su tratamiento estilístico.
Así, mientras que los libros periodísticos Entrevista con la Historia, de la italiana Oriana Fallaci, y Todo México, de la mexicana Elena Poniatowska, interesan al lector más por su valor histórico y cultural que por su hechura literaria, las crónicas y muchos reportajes de Gabriel García Márquez pueden leerse, en gran medida, como relatos de exquisita ficción novelesca.
No olvidemos que su libro Doce cuentos peregrinos se trata de versiones de un enjambre de crónicas originalmente aparecido en un periódico caribeño, y que en proceso inverso su novela Crónica de una muerte anunciada tiene estructura de crónica, cuyo asunto gira igualmente en torno a un asesinato que se comete en un pueblo de La Guajira colombiana.
Notas policíacas motivaron al francés Stendhal (seudónimo de Henri Beyle) y al argentino Ernesto Sábato a escribir sus novelas La cartuja de Parma y Sobre héroes y tumbas, respectivamente; y el mismo Truman Capote investigó a lo largo de cinco años todas las particularidades de un terrible crimen en Estados Unidos para crear su novela-testimonio A sangre fría.
"Hacer periodismo significa para el novelista hacer contacto con el mundo -subraya Carpentier-. Creo que el periodismo puede significar el acercamiento y conocimiento de ambientes que pueden ser utilizados en la narrativa. Pero el aspecto peligroso está en que puede acostumbrarnos a una aproximación a las cosas por la línea de menor resistencia. Y esto puede ser fatal para un escritor...
"La expresión que a menudo nos asombra por su aparente espontaneidad (estilo directo, rápido, percutiente...) es la que más trabajo le ha costado a su autor. He visto trabajar a Hemingway y sé que el tan alabado 'estilo brutal', salido de sus manos así, como quien no busca nada, era fruto de un trabajo encarnizado, de muchas páginas rotas, empezadas y vueltas a empezar."
En el periodismo garciamarquiano, escrito con refinaciones estilísticas, también es frecuente hallar, alrededor de noticias llegadas por cable desde distantes puntos del planeta, fabulaciones de humanísimo color que agradecen los lectores pues, además de conocer hechos, se deleitan con el modo en que están redactados, la diferencia que señala el teórico español Martín Vivaldi.
Otra característica de su estilo, necesaria en cualquier acción artística o comunicativa, es la amenidad, la gracia expresiva con que el autor de El general en su laberinto llega a profundidades históricas y conceptuales con frescura prosística, sentido del humor y lirismo, como sucede con la historia del acordeón, las vacaciones del Papa o la visita a un cementerio de cartas.
Por su parte, el propio autor de El coronel no tiene quien le escriba, Del amor y otros demonios y La mala hora reflexiona sobre esta dualidad profesional: "A un escritor le está permitido todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer. Eso, en general se logra mejor con el auxilio de ciertas técnicas periodísticas, mediante el apoyo de elementos de la realidad inmediata.
"Yo estoy convencido de que un lector de Cien años de soledad no creería la subida al cielo de Remedios, la bella, si no fuera por las sábanas blancas. Tú mismo crees que el padre Nicanor Reyna se eleva diez centímetros sobre el nivel del suelo, porque lo que se toma es una taza de chocolate. Estas precisiones convincentes, creo yo, son recursos del periodista."
La ventaja del narrador omnisciente, como es aquí el Gabo, consiste en que narra desde arriba, ve lo que pasa, pero a diferencia de la novela no sabe lo que piensan los personajes y carece de la intimidad de la primera persona. No todos los narradores son iguales. El de León Tolstoi es un historiador en La guerra y la paz, el de James Joyce es un intimista en Retrato del artista adolescente.
Hay un narrador en tercera persona, llamado por la crítica "supraciente", que es todavía superior. En Cien años de soledad, por ejemplo, el narrador sabe el destino absoluto de sus personajes, conoce el destino total de la estirpe Buendía. El del norteamericano Ernest Hemingway generalmente es muy objetivo, casi periodístico, y no se enreda casi nunca con la subjetividad.
Los cambios en el narrador garciamarquiano están condicionados por una necesidad expresiva. La elección del narrador se subordina aquí a las necesidades de la crónica que narra. El punto de vista está signado por la sensibilidad del autor, así como el uso de técnicas y los propósitos de una historia que indague más o menos a fondo en los abismos del hombre.
Aunque obvio, no está de más apuntar que historias similares a las manejadas por el Gabo suelen ocurrir en México y con igual frecuencia se destierran a las sintetizadas notas de los diarios, sin explotarse su trasfondo novelesco, como el caso de dos adolescentes de Isla Mujeres que -por amor- decidieron quitarse sus vidas ahorcándose en un árbol de la ex-hacienda de un pirata español.
García Márquez ha demostrado que un buen escritor puede transmutar en oro literario los actos más sencillos que aborda, sin que ello reduzca su prestigio o merme la calidad de sus obras. Con ello confirma que la belleza del lenguaje puede coincidir con la información y el afán reflexivo, y pone en evidencia la fragilidad de los conceptos populistas de sencillez en torno a la escritura.
Finalmente, coincido con Víctor Rodríguez cuando afirma: "Cumpliendo con los requisitos técnicos, sociológicos y sicológicos de la comunicación masiva -y a la vez cuestionando las normas establecidas para dar curso libre a su inagotable talento- Gabriel ha creado un estilo diarístico personal, contagioso dada su funcionabilidad y su belleza, pero a la vez inimitable."
Festejemos, pues, la existencia de ese demiurgo cuya labor creativa ha ascendido hasta los altos reinos de la palabra poética, en el sentido original que le dieron los griegos de la Antigüedad; y su "feliz regreso al periodismo", como dijera el mexicano Carlos Monsiváis, cuando vio la luz Noticia de un secuestro, libro calificado como una obra perfecta en su arquitectura verbal.

Agustín Labrada Aguilera

( Holguín, Cuba, 1964 ). Miembro de la unión de escritores y artistas de Cuba, estudio la Licenciatura en educación ( con especialidad en español y literatura ) en el Instituto pedagógico " Enrique José Varona ", de la Habana. Desde 1992 reside en México donde trabaja como periodista en el diario " Por Esto! " de Quintana Roo. Miembro del consejo editorial de la revista literaria Tropo a la uña y organizador del premio internacional de poesía " Nicolás Guillen". Es autor de los poemarios La soledad se hizo relámpago ( 1987 ), y Viajero del asombro ( 1991), de la antología de poesía amorosa cubana Jugando juegos prohibidos ( 1992 ) y de los libros de periodismo cultural Palabra de la frontera ( 1995 ) y Más se perdió en la guerra (2000).

   
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