Damien Hirst: La muerte de Dios

Magali Tercero

Uno se queda de una pieza cuando lee que el célebre tiburón flotante del británico Damien Hirst fue vendido hace un mes y pico en nueve millones de euros. Es difícil imaginar una cifra de ese tamaño. ¿Con qué se come? ¿Quién y para qué invierte tanto dinero? El artista inglés, nacido en Bristol en 1965, ha estado viniendo a México para preparar su primera exposición mexicana en la Galería Hilario Galguera. A primera vista, desmadejado como estaba en las escaleras soleadas que conducen al segundo piso de la galería, luce como cualquier hijo de vecino, aunque un poco cansado. De hecho, no se quitará los lentes oscuros en ningún momento de la entrevista. Cuando pregunto cuál es su principal preocupación artística en la actualidad responde con un "supongo que tratar de beber menos", lo cual provoca más de una carcajada.

La noche antes de verlo estuve mirando las fotografías de dos piezas emblemáticas del conocido ex Young British Artist: The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living (1991), y Virgin Mother (2004), una escultura de 17 metros exhibida en Nueva York hasta el mes pasado. La primera obra, cuyo título en español es La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo, la conocí en Londres hace un año y hasta ahora sigue viva en el teatro de mi memoria, quizá porque despertó una veta melancólica, tal vez porque desató un fluir de la conciencia en torno a la brevedad de la vida justo al día siguiente del asesinato de un hombre de treinta y pico a quien, en noviembre de 2004, mataron a orillas del Támesis, por ser homosexual, seis chavos banda a orillas del Támesis, cuatro blancos y dos negros. El crimen fue cometido a unos pasos de la Saatchi Gallery donde su dueño, Charles Saatchi, realiza periódicamente lanzamientos millonarios de artistas como Hirst, la ex niña de la calle Tracey Emin o Dinos & Jake Chapman. Y donde, también, ha expuesto a Andy Warhol, Philip Guston, Anselm Kiefer y Gerhard Richter.

Sí. El tiburón me conmovió pero nunca sabré cuánto debe esta emoción a esta muerte del único sobreviviente del bombazo ocurrido en SoHo hará tres o cuatro años. Lo que sí puedo afirmar es que otra de sus obras, Lost Love, también hizo saltar en mí extraños resortes emocionales para nada relacionados con la nota a ocho columnas de aquel frío noviembre. La obra puede describirse como un tanque de agua con 20 carpas nadando en un espacio de 14 x 14 metros. Ahí, a merced de galones y galones de agua, se hallan un escritorio y una computadora, algunos instrumentos quirúrgicos, una vieja taza de café bebida a medias y un sillón ginecológico.

-¿Cómo fue el proceso en The physical impossibility of death in the mind of someone living? Me condujo a pensamientos melancólicos-

-Es una obra hecha para describir un sentimiento, para decir cómo un objeto y su contenido pueden referirse a temores, dudas y cosas por el estilo. Creo que el tiburón representa aquélla vieja idea victoriana sobre atraer tú al mundo en lugar de que tú vayas hacia él. Mucha de la inspiración vino de la película de Spielberg, Tiburón.

-Debe haber sido difícil hacer una obra de esa magnitud-

-Lo fue, pero lo hice cuando era joven para convencerme de que nada es imposible. De ahí partí para realizar ideas más complejas. Vamos- es una obra tan grande que entras en la galería y piensas que te puede comer. Pero bueno, en esta vida puedes lograr lo que quieras si tienes el dinero suficiente y las herramientas adecuadas. Y como artista también vas cambiando tus ambiciones.

Mientras el fotógrafo acciona su cámara digital para retratar al artista cuya fortuna debe rondar los 80 millones de euros y cuya adquisición de una vieja mansión neogótica -Toddington Manor, la casona del siglo XIX que influyó parcialmente en la arquitectura del Parlamento de Westminster- para convertirla en un museo donde albergará las colecciones de otros creadores, pregunto a Hirst por Virgin Mother, la escultura de 17 metros exhibida hasta septiembre pasado en Nueva York. En la planta baja de la antigua casa de la San Rafael -donde el arquitecto Hilario Galguera, representante en América Latina de la conocida Ace Gallery durante 15 años, tiene la galería- hay una réplica de esta obra. Mide unos 70 cm y hace un par de meses admiré su espléndida factura pues la pequeña Virgin Mother es todo lo espectacular que puede ser un objeto de tales dimensiones. Aunque tiene un defecto: no está lograda como acto de provocación.

-¿Quisiste provocar a los representantes del pensamiento conservador o planteaste una aproximación científica al cuerpo femenino a la manera de Hymn, tu escultura gigante donde pueden verse los pulmones, los intestinos y otros órganos del macho humano? [Esta pieza, en cambio, dejó indiferente a quien esto escribe]

-De una o de otra manera el arte siempre intenta provocar así que es verdad: quise provocar en un estilo muy punk y decir "al carajo con todo".

-Pero Virgin Mother es un homenaje a la Pequeña bailarina de 14 años de Degas, la obra con que el artista francés revolucionó los paradigmas del arte clásico en 1881...

- No sé realmente si sea un homenaje porque siempre he hecho esta clase de cosas. Cuando uno empieza como artista busca la originalidad, lo cual es difícil de lograr por lo que si uno ve algo bueno de otro artista simplemente lo toma.

-¿Cuál fue tu aportación a la pieza de Degas?

-Pensándolo bien no me gusta tanto la palabra homenaje. Se trata más bien de un robo [Risas]. Cuando hice esta pieza estaba pensando en el aspecto anatómico: en la pequeña niña que crece, se convierte en mujer, se embaraza. Lo que sucede en el arte es igual a lo que sucede en la vida real. Es divertido este tipo de analogía. Virgin Mother es una obra que me parece muy sexy, aunque un cuerpo femenino no puede ser sexy cuando lo ves desde un punto de vista científico.

Virgin Mother, creo, es un título con fuerte aroma católico, lo cual es normal pues Hirst fue criado como tal por su madre, Mary Brennan. Para cuando rechazó la religión ya había sido seducido por las imágenes dolientes del catolicismo: Cristo en la cruz, las caídas, la corona de espinas, los santos y su martirologio. En 2000, justo cuando se expuso Lost Love en Nueva York, Hirst declaró que la doctrina es vendida con imágenes como éstas para que los chicos satisfagan sus deseos carnales. Un pensamiento muy propio de alguien surgido del punk inglés de los ochenta y decidido a "epatar", para decirlo con un galicismo, a sus contemporáneos. Aquélla vez describió su colección infantil con fotos de personas quemadas y un manual a color de enfermedades venéreas. Ahora Virgin Mother ha sido considerada un símbolo del, según algunos, ya muy próximo final del arte, o descrita como una obra superficial hecha para producir un shock banal en el espectador. Mórbido, perverso, escandaloso y frívolamente enamorado de la muerte fueron algunos de los calificativos dedicados a su autor durante su lanzamiento a la fama mundial como parte del movimiento de los Young British Artists, articulado por Saatchi en 1989 y gracias a quien los YBAs entraron rápidamente en el mainstream del arte mundial.

No sorprende que ahora Hirst embarace a la pequeña bailarina de Degas, la estudiante de la Academia de Ballet de la Ópera Francesa cuyo franco realismo molestó a los societé franceses habituados a comprar entre bambalinas los servicios sexuales de las niñas bailarinas. La obra impacta también por su contundencia, por la fuerza que emana, en todo su frío esplendor biológico, de la despellejada mitad del cuerpo preñado. Por supuesto, es inevitable comparar. De tin marín de do pingüe, ¿con cuál me quedo? Esta cronista, lo siento Damien, se queda con la pequeña bailarina de Degas. Pero el tiburón, la emblemática fiera marina, ésa sí turba el alma de cualquiera. Sencillamente no puedo olvidar su artificial corpulencia de cadáver conservado en formol para flotar por los siglos de los siglos en su inmenso cubo transparente del lujoso salón principal del antiguo County Hall, el edificio de granito adquirido por Saatchi en 2003.

-Joseph Beuys habla metafóricamente sobre construir catedrales artísticas más relacionadas con los cambios sociales y económicos. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

-Siempre me gusta el arte que encuentras en lugares inesperados. Me parece aburrido topártelo en una galería o en un museo. Lo excitante de la vida es lo excitante del arte. Todo cambia constantemente y no es gratuito que encuentres arte en las iglesias, en el dinero, en las cosas importantes de la vida. Beuys hizo mucho al respecto al introducir el arte en las escuelas. Un dentista que conozco tenía en su consultorio uno de mis gabinetes con medicinas. Yo se lo di cuando me arregló los dientes pero quiero comentar que no fue considerado como arte por el hecho de estar en ese lugar. El consultorio lo descontextualizaba con respecto al arte, por lo tanto es bueno decir a la gente que esta clase de cosas sí son arte. Así pueden responderte que mientes. Es esa clase de contextos lo que el arte puede cambiar.

-El tiburón fue vendido a un coleccionista de Nueva York. ¿Qué piensas del mercado del arte en relación al arte conceptual?

-Me parece que todavía no se concreta esa venta pero, bueno, hay que mantener las dos cosas separadas. Tienes que respetar al dinero porque es algo muy importante en la vida. No necesitas amar el arte para hacer dinero en los circuitos del arte. Siempre digo que el arte se trata de la vida y que, a la vez, se trata del dinero. Lo que yo hago se basa en amor al arte, no en el amor al dinero. [En algún momento Hirst se distanció de Saatchi y le "recompró" algunas obras suyas pero él prefiere no hablar sobre el tema].

Lo que gusta de Damien Hirst es su atención, cómo se sumerge en el momento presente, entrevista tras entrevista. Con una gentileza de la que deberían aprender algunas de nuestras celebridades mexicanas se ha entregado a la tarea. ¿Por qué eligió México para trabajar la exposición que Hilario Galguera abrirá en febrero de 2006? ¿Cuáles obras surgirán durante esta su etapa "mexicana"? ¿Qué cambios estéticos se avecinan? Afirma que lo que le fascina de México es su historia: "Me gusta como se mezcla lo viejo con lo contemporáneo. Es como lo que pasó con el dentista y su consultorio. Creo que mi trabajo encaja bien en México. Ahora estoy muy interesado en las imágenes de la nota roja. Creo que aquí se obtiene seguridad por medio de la historia. Al contrario de Estados Unidos, donde no hay un contacto con el pasado y siempre están construyendo cosas nuevas y destruyendo lo viejo. Eso es algo triste. En México se está en constante contacto con los ancestros".

Lo bueno es que este hombre es bastante easy going, aunque uno puede intuir, al leer otras declaraciones suyas, que administra sus palabras para que cada medio reproduzca, quizá, un área distinta de su pensamiento artístico. Conmigo, por ejemplo, no suelta prenda sobre su afinidad con México y la actitud ante la muerte, algo evidente en su trabajo más reciente. Estamos rodeados por tres instalaciones, a medio desempacar, consistentes en cráneos pequeños puestos sobre enormes soportes redondos bañados en pintura roja, algo así como tzompantlis minimal que armonizan con la cultura mexicana de la muerte. También están las fotografías previas a los óleos realistas, nuevo modo de hacer pintura en su caso en donde, puede verse ya, habrá mucha más garra artística. Al menos si se piensa en algunas telas de otros tiempos, complejas en su concepción pero reacias a conmover el ánimo. Sí, pienso al escribir esto, tenemos en México a un miembro del Star System del arte. ¿Cómo se me olvidó decirle al fotógrafo que me tomara entrevistando al controvertido y famosísimo artista? Ay, ay, ay- ¿Por qué jamás pienso en La Foto?

-El hombre moderno tiene una manera diferente de percibir la realidad. ¿Cómo refleja esto el arte conceptual?

-Una vieja cita, creo que es de John Ruskin, dice que "el arte es sujetar un espejo ante la vida". Siempre he pensado que es así. Conforme la sociedad evoluciona, el arte lo hace. Creo que si miramos hacia atrás, el arte reflejará eso que la sociedad era en el pasado. El arte es la única cosa que te lleva a la verdad. La historia tiende a mostrar los hechos de manera distorsionada. El arte no, el arte puede ser mucho más honesto que la historia.

-¿Cuál es la frontera entre el arte conceptual verdadero y la mera ocurrencia?

-Si vas a una galería y sales con más de lo que traías al entrar entonces es, bueno- es arte. Si sigues pensando en lo que viste una semana después es arte. Si sales y lo olvidas, no lo es.

-¿Qué intereses conserva el Damien Hirst que perteneció a los Young British Artists?

-Nunca he pensado mucho en ello, ni siquiera en su momento. Y ahora tengo aún menos tiempo para hacerlo. Monté una exposición en 1988 y me llamaron énfant terrible. ¡Y lo siguen haciendo a pesar de que soy un hombre casado con tres hijos! Así que no es algo real. Es más bien un invento de la prensa.

-¿Cuándo realizas una obra tienes motivaciones acordes a los diferentes medios que usas, sea escultura, instalación o pintura?

-Más bien me gusta pensar que tengo muchas motivaciones porque dentro de mi cabeza viven muchas personas. Están el humor, mi lado oscuro, el optimismo, mi lado infantil, el intelecto, lo formal. Si alguien quisiera conocer mi yo real primero tendría yo que saber a cuál de todos. ¿Con quién quieres hablar?

Mientras Hirst bromea de esta manera alcanzo a oír a Galguera diciendo "a ver cómo le hacemos para conseguir tantos litros de formol". Un amigo suyo comenta que esto es histórico, que la exposición es muy exigente y una de las piezas, la res en formol, pesa diez toneladas, por lo cual va a requerir una grúa de 50 metros. Sí, visitantes y galero estamos contentos. Por ahí aparece Tania, estudiante mexicana de arte que vive en Londres. También va a entrevistar a la accesible estrella del arte contemporáneo mundial. Tres días después continúan grabado en mi mente todo lo visto aquí, el cráneo con el reloj y algunos frascos de medicamentos, el ojo del pez, los guantes blancos y el cuchillo, los animales crucificados, el corazón de toro, los esqueletos vestidos de novios y la pequeña bailarina encinta, ahora un poco relegada pero también integrante de la exposición que Hirst ha bautizado con el nombre inglés de una flor violeta que en "mexicano", explica Galguera, se llama Cordón de Cristo. ¿Importa si la tela rosa con las mariposas disecadas luce decorativa a primera vista? La cuestión es que continúa presente en ese lugar que ahora, no sé por qué, llaman alto corazón, ese lugar seguro a donde uno acude cuando la vida arrecia y hay qué aferrarse a las cosas bellas de la vida, título, por cierto, de la enciclopedia dedicada al arte hallada en internet durante cierta tarde tormentosa.

Milenio Semanal (México, octubre 23 de 2005)



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Damien Hirst

 
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