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					 Canciones 
								 
								   I 
						   Todos los días sucede: 
						   la luz se muere 
						   en el olvido. 
						   La soledad no basta 
						   para llenarnos. 
							 
						
					       II 
							 
						   Todos los días se quiere 
						   lo que está lejos. 
						   Lo que la mano toca 
						   ya no nos duele. 
							 
						 
					      III 
							 
						   Una palabra basta 
						   y ya es distinto. 
						   Ven y dímela quedo 
						   junto al oído. 
							 
							 
							 
						 
					Mi corazón 
							 
						   Mi corazón a diario se pregunta 
						   ¿dónde va? ¿qué lo limita? 
						   Si lo limita el aire, estalla. 
						   Si lo limitas tú, arde sin tregua. 
						   Mi corazón es, pues, ilimitado. 
							 
						Del vuelo 
							 
							 
						 
					   Cada ángel tiene su propio vuelo. 
						   Cada noche tiene su propio amor. 
							 
						   Si el vuelo es el principio de la danza 
						   allí en la danza se recoge el ángel 
						   se recrea y se libera. 
							 
						   El ángel es la danza y el vuelo de la noche. 
						   Es el ángel callado lo que más se parece 
						   a lo que tú no dices. 
						   Tienes miedo del vuelo, de la danza y la noche 
						   del demonio de vidrio 
						   que te acecha y domina. 
							 
						   Corazón solitario, desesperado y mudo: 
						   ¡intentaste ser ángel! 
							 
							 
						Resonancia de Amalfi 
							 
							 
						   Empieza a deshielar en el trayecto a Amalfi. 
						   Alabado sea el día en la costa que el Vesubio resguarda. 
						   Somos seres anónimos que se traga la tarde. 
						   Nos trastornan las altas cúpulas de la catedral. 
						   Los pasos en la nieve son circulares siempre 
						   al igual que nuestros deseos, más allá de la utopía. 
						   El mar es verde-azul bajo los acantilados. 
						   Nos alimentamos de una sopa de aromados peces. 
						   Bebemos vino en silencio. 
						   Al anochecer regresamos a Nápoles 
						   sin haber visto nunca Capri. 
						   Las olas continúan su cortejo a la costa 
						   como ubicuas serpientes marinas. 
							 
						   Nada es permanente. 
							 
							 
						Ellos llegan de noche 
							 
						 
					
						¿La poesía? Un caracol nocturno 
									en un rectángulo de agua. 
									José  Lezama Lima 
						
					 
					
						   Los saqueadores atisban detrás de los espejos. 
							   Oleajes transparentes asoman en la noche 
							   sus conchas irisadas, caracoles ocultos, corales 
							      fantasmas. 
								 
							   Los pasos voluptuosos recogen las arena nocturnas, 
							   la intimidad de la palabra secuestrada. 
							   Vienen y van, navegantes de las altas mareas, 
							   origen de la vida, gozo imperfecto. 
								 
							   No son ellos los oficiantes, los creadores de imágenes. 
							   No volverán, pero su huella en los tapices 
								   te dará la certeza de su extraña presencia.  
							 
					 
					Daguerrotipos 
								 
							I 
						   Una niña de pie, sobre un taburete de paja 
						   apoyada en un falso tronco 
						   mira tristemente a la distancia. 
						   ¿Qué es lo que sus ojos contemplan sin asombro? 
						   Con la mano izquierda sostiene 
						   un cesto de flores de seda. 
						   Su larga cabellera, su tímido fleco que cubre 
						      la amplia frente 
						   que todavía no conoce su destino 
						   despierta en mí de pronto umbrosas sensaciones 
						   detrás de la memoria. 
						   Su pequeña figura de dos años 
						   lleva unas medias oscuras y un amplio vestido 
						      de organza que imagino blanco. 
							 
						   No es en verdad una niña: 
						   es mi padre vestido al gusto de la abuela 
						   a principios del siglo pasado. 
							 
						II 
							 
						 
					
					   Sonríes en el daguerrotipo que congeló tu imagen. 
						   No has sucumbido al paso del tiempo 
						   mientras eres testigo de cuánto hemos cambiado. 
						   El arco de tus cejas parece indicarnos 
						   las intenciones que tu mirada no revela 
						   lo que tú no sugieres en ese rostro de anguloso trazo. 
						   Tu pasión contenida en ese instante captado  
						       para la eternidad 
						   es tu victoria, aunque nunca lo supiste. 
							 
						      
						 
					
						Mi mano se transforma en la diestra de Mahler 
								 
								 
							  ¿Por qué mi escritura se mimetiza al punto de que mi mano se mueve de acuerdo a las circunstancias, al ser que tengo más cercano? 
								 
							  Alguien parece sugerir los rasgos 
							  de una diminuta letra que no es mía y que dicta la sombra. 
							  Soy ahora la mano de Mahler 
							  y empiezo a describir el oído del árbol 
							  la anticipación de la belleza eternizada en la piedra 
							  en pequeños y lentos movimientos. 
								 
							  El crepúsculo adormece las notas de la pasión. 
							  Mi mano celebra el esplendor lúdico de la inocencia. 
								 
								 
							 
						  El allegro ha dicho la última palabra. 
					 
					
					  Una mañana irrepetible me sorprende en tu casa de Jerez. 
						  Me asomo al viejo pozo en que mirabas crecer 
						  con devoción tu infancia. 
						  La foto del niño Ramón que fuiste 
						  me reta a cortar una naranja 
						  en el patio interior de tu morada. 
						  Lo hago a hurtadillas. Huelo su aroma y la guardo en silencio. 
						  Ahora se ha empequeñecido. 
						  En ella caben tus recuerdos más íntimos 
						  las contradicciones de tu vida 
						  y los demonios que nunca te vencieron 
						  y arrojaron tus 33 años 
						  a rodar por esas calles empedradas a las que siempre vuelves. 
							 
						  Tu rostro adulto en los salones de la casa 
						  desde los baúles que ya no están 
						  nos mira siempre llegar como en un ritual sagrado. 
						  Este pequeño fruto de tu huerto acompaña ahora mi vigilia 
						  y resguarda tu nombre 
						  mientras afuera el mundo cae. 
						 
					 
						Tus ojos 
							 
						  Déjalos caer 
						  resbálalos 
						  por la pendiente del alma 
						  para que sólo 
						  de lo necesario 
						  se den cuenta. 
							 
						Breves cantos a la rosa 
								 
							I 
						  Es la rosa-pasión iluminada. 
						  No la detiene nadie. Ni la noche 
						  logra apagar el oro de su fuego 
						  ni su reflejo fiel en los espejos. 
							 
						 
					II 
							 
						  Es la alquímica rosa, la perfecta 
						  la de pétalos siempre suspendidos. 
						  Que en pasiones secretas se consume 
						  junto al fuego invisible que la estrecha. 
							 
						 
					III 
							 
						  La rosa del espacio que no cesa 
						  de contemplar el paso de los astros. 
						  Rosa de amor de un cielo inalcanzable 
						  envuelta en el cristal de su misterio. 
						 
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