BOGANTE

Emigrada en el pecho
a la vida del ánade,
al rojo firmamento de sus alas,
aconteces parsimoniosa
y a veces exaltada
pero por siempre vívida.

Yo te contemplo ser
esa que viaja en el calor
de su destino actual
a su destino otro.
Sonriente ante la lava
y quieta ante el estruendo del volcán.

Tus ojos bogan y me inundan
de una inquieta armonía:
aletazo a la roja primavera.
Vuelo del ave extática
que solamente viaja tu clavícula
sin ya nunca desear otra extensión.

 

EQUIVOCADO DÍA

Equivocado día
en el que vengo a descubrirte.

Tengo degustación,
las líneas saboreo.

Agua cambiante en el vaivén,
líquida joya por la noche
al comenzar la temporada.

Esas luces corpóreas
solamente la sombra opalescente
de otras luces más íntimas.

Es que los días no están equivocados.
El momento me lleva hasta tus ojos

(como se llevan en la tarde hasta los templos
las primicias, los vuelos, la primera oración).

 

COMO LAS UVAS PISOTEADAS

Ese paño amarrado a tu cadera,
morado y leve como el vapor del crepúsculo
o como las uvas pisoteadas para el vino;

ese paño enredado en el sinfín de tu cintura
para girarte al desatar
igual que el trompo de las flamas
rotante en el ascenso al quemarse la materia.

En ti las cosas tienen hambre
de seguir en silencio,
de recordar la efigie cuando estabas.

En ti, bajo del rayo nuboloso, cadencias
de la apetencia cruenta y el desorden
que provoca en la sangre incinerada
ese paño amarrado en lo que eres cuando miras allá.

 

EXTRAVIADA ENCENDIDA

Extraviada encendida
como esperando que el vuelo
te atraiga las palabras
(esos hilos azules
de significación):

tu perfil acuñado en la pupila,
detenido en el azar más hondo.

Y al fondo se revelan
los libros silenciosos
que no pueden oír lo que te digo.

Se reparte la luz para entender la línea
que te forma.

Abro los labios y menciono
tus labios cerrados.

Y un pájaro a mitad surca tu ceja
para escapar de tu frente meditante
al presente renglón.

 

MELANCÓLICA Y TIBIA

Melancólica y tibia
como esperando el vuelo
de la palabra misma
que te lleve en lo incógnito y desciña
en tu pulso las amarras
de más significado:

tu breve inmensidad,
el vagante silencio,
la violeta pulida de tus labios.

Ensoñante ensoñada
como un sueño de vívidos alcoholes:

labios en viaje hasta la luz de tus hombros
como para besar la desnudez
de la última hiladura.

EXTÁTICA Y DESNUDA

¿Qué se abrió en el tejido
azul que sostenía
los sentidos del tiempo?

¿Qué se abrió o se cerró
cuando en el alba
extática y desnuda
como una exacta flor amaneciste?

Allí se abrió el inverso y hondo
mundo del mar
trazando en letra blanca sus espumas.

Allí tal vez se abrió
-también blancura-
el algodón ceñido a lo más denso.

Cosas de ayer a hoy
marcadas levemente:

gardenia detenida:
cubierta vegetal:
escondido momento.

 

SABROSA DE FULGOR

Unta, sabrosa de fulgor,
la fruta inesperada.

En arco intempestivo
su explosivo comienzo
(lumbre y azúcar fría)
tus dientes en el alba.

Invadida y esplendente
tu lengua libra fuego.

Y tus labios engastan sus anillos,
la invasión primordial.

 

LOS ÁNGELES GEMELOS

En ti lo que sostiene
el cuerpo de dos ángeles.

Las puntas de las ramas puntiagudas
de la enramada al fin de la cabeza
de un venado.

Dos lápices de sodio de violeta.
Los ejes paralelos de dos medios satélites
en el cuarto creciente de tu ser:

luna abrevante
para cada pupila,
para la misma lengua.

Estiras a la vista
la conciencia de ser tan contemplada.

Bebida en la lluvia personal
para dos pájaros
que asoman medio vuelo.

Para saciar un poco de la lumbre
te pronuncian los labios
en lo que se imaginan ser dos ángeles.

 

BAJO LA HORA DEL SOL

Ojos entrecerrados
por arduo resplandor.

Los látigos de ahora
se nos rompen a sol en las pupilas.

¿Quién dirá que nosotros no nos dimos
este baño de sol sobre los ojos
(si sólo nuestros ojos contemplamos)?

Una palabra a ciegas,
unos signos magnéticos
de tus dedos a mí.

Acaso una mirada donde sabes
ser esa apetecida.

Los minutos se marchan
hacia el despeñadero.

Y recojo los vidrios requemados
para cortar tu rostro
en el lienzo soleado de esta piel.

 

DE LAS SOMBRAS

¿Y yo que puedo hacer cuando cruzamos
a solas un pasillo de las sombras?

Afuera se ha quedado el otro amor
trenzado un poco mucho en otros ojos.

Dejados en penumbras.
tal vez para implantar un reino;

tal vez a sujetarte cual si fuese
un peplo y una cinta;

quizás para dejar la imprevisión
de una tragedia.

El pasillo de sombra nos protege:
nadie nos mira ser esto que somos.

Es un minuto seco donde vamos
a ser ahogados y golpeados por látigos de espuma
mientras retorna indecisa y socavada
la previsible luz.

   
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