Vallarta


Gaspar Sánchez Salas


Promesas en Vallarta

Cada atardecer, cuando los últimos destellos del astro rey se escondían tras el horizonte vallartense y la aterciopelada brisa del malecón acariciaba las pieles de los transeúntes, el niño Ney Escobar bajaba en compañía de su institutriz a pasear a Max, un fox terrier que encontraron abandonado, hacía ya un año, en un parque de la capital de España. Para Ney Escobar su vida quedaba reducida a su perro, sus paseos a orillas del mar y a las notas de un viejo piano heredado de su abuelo español, en el que aprendía a tocar composiciones de clásicos alemanes enseñadas por Martina, su eterna profesora de música. A sus nueve años de edad, siempre le sonrió la fortuna, y sus padres concedían todo aquello que deseaba Ney.

Una tarde de ésas en la que acostumbraba a salir junto a su institutriz para pasear al can, se les acercó un niño indio, harapiento y mal aseado para pedirles una limosna y así saciar el hambre que le demandaba su vacío estómago. La institutriz despachó al niño mostrando un gesto avinagrado y terminó por escupir al suelo.

- ¡Qué mal huele ese niño, por Dios!, ¡qué asco!, no sé cómo se atreve a venir por este barrio de personas distinguidas... ¡A ver si el alcalde pone más vigilancia!, una ya no puede ni pasear tranquila sin que vengan cuatro asquerositos a incordiar.

Pero aquello no era lo que pensaba Ney, el niño de buena cuna y algo caprichoso, pero cuya sensibilidad le sobrepasaba los propios poros de su piel.

- Señorita, usted también huele mal, ¿nunca se lo habían dicho?, y además mucho peor que ese niño, su sudor huele a... requesón podrido. Mi abuelo decía siempre que sólo un cerdo puede percibir el olor de otro cerdo, pero jamás el suyo propio...

La institutriz descompuso el gesto mirando a Ney con aire amenazador.

- ¡Niño insolente y atrevido!, mañana hablaré con tu padre, me despido de este maldito trabajo, ¡los niños son repulsivos! ¡Esto es el colmo!

A la mañana siguiente, cuando Ney regresaba del colegio subido en un lujoso coche conducido por el chófer de sus padres, vio de nuevo al niño indio que se le había acercado la tarde anterior para pedirle algo de dinero, estaba sentado en el Malecón y tiraba chinas hacia el mar, con la mirada perdida en el infinito.

- Por favor, señor Nilson, pare el coche.- Dijo Ney al chófer, quien hizo lo propio, y el niño descendio de aquel lujoso vehículo dirigiéndose hacia el otro infante.

- Hola, me llamo Ney, ¿y tú?

El niño indio volvio ligeramente la cabeza, lanzó su última china y lo miró con una cierta desconfianza.

- Me llamo Jhonatan y no sé por qué te interesas por mi nombre si ayer no me diste de comer.

Ney se sentó al lado de Jhonatan y depositó la cartera con los libros en el suelo.

- No fui yo, fue esa inaguantable institutriz que tenía a mi cuidado, pero ya la han despedido mis padres, era insoportable. ¿Sigues teniendo hambre?

Jhonatan levantó ahora totalmente su cabeza y clavando los ojos en los de su interlocutor, hizo ademán de sonreír, como si intuyera un plato de comida caliente.

- Hace tres días que no como nada, tengo mucha hambre... y frío.

Ney se metio la mano en el bolsillo y sacó unas monedas mientras se desprendía de su jersey de cuello alto y se lo brindó al niño sentado.

- ¿Tendrás con esto?

Los ojos de Jhonatan brillaron y su cara dibujo la sonrisa más maravillosa de su vida. En muy pocas ocasiones había visto cien pesos juntos y nunca tuvo un jersey de cuello alto.

- Claro que tendré con eso... ¿todo es para mí?

Ney sonrió y asintió con la cabeza.

- Claro, todo es para ti, yo me quedaré sin comprar los lápices de colores ni el bloc de dibujo, pero prefiero que comas tú... y que seas mi amigo... y por lo del jersey, ni te preocupes, en casa tengo decenas de ellos... por cierto, yo me llamo Ney.

Jhonatan abrazó a su amigo y agradeció aquel gesto.

- Gracias Ney.

A partir de aquel día, Jhonatan esperaba sentado en el Malecón con impaciencia a que su amigo se presentara por cualquier lado, una veces aparecía por la derecha, otras por la izquierda, pero fue fiel a su cita diaria llegándose a cultivar entre ambos niños una verdadera amistad que ya duraba siete años. En ese tiempo, Ney enseñó a leer y a escribir a su amigo Jhonatan, quien demostró ser un aventajado alumno, y seguía compartiendo con él su comida y su ropa. Pero llegó el día en que Ney tuvo que abandonar la ciudad para irse lejos a continuar su formación intelectual.

- Jhonatan, el mes que viene me iré a vivir a California puesto que ya comienzo mis estudios en la Universidad y tendremos que estar separados durante cinco años, pero te prometo que después de ese tiempo, cuando termine mi carrera, tendré un trabajo propio y te contrataré a ti para que formes parte de mi empresa y empieces a ganar dinero.

Jhonatan recibió la noticia como un jarro de agua fría, no soportaría jamás separarse del único amigo que poseía y que tanto hacía por él, se había convertido en su abrigo psicológico, a quien recurría cada vez que la vida le planteaba algún nuevo problema. Pero tuvo que resignarse.

- Está bien, Ney, sé que es tu vida y tengo que aceptarlo pues así lo quiere el destino, pero me tienes que prometer que dentro de cinco años, cuando hayas finalizado tus estudios y seas un gran empresario, nos encontraremos en este mismo sitio para cumplir la promesa de renovar nuestra amistad y para que me des ese trabajo que me librará de la miseria.

Ney se incorporó de un salto y tomó de su bolsillo una pequeña navaja y una carterita de piel de donde extrajo dos algodoncitos rosados.

- Te lo prometo. No tengas dudas al respecto, y para sellar nuestra amistad nos haremos hermanos de sangre. No te asustes, sólo nos cortaremos un poco el dedo corazón hasta que salgan unas gotitas y los juntaremos, éste será nuestro pacto eterno.

Y así lo hicieron.

Durante esos cinco años, Ney recordaba continuamente a su amigo de Vallarta, y contaba los días para poder ver de nuevo a su compañero de trayecto en este “viaje” que llamamos VIDA. Así, el mismo día de su graduación y una vez que su padre le cedió algunas de sus empresas para que las dirigiera, Ney Escobar volvió de nuevo al punto donde habían quedado cinco años atrás para abrazarse y ver así cumplidas aquellas promesas mutuas. Pero Ney esperó toda la tarde y toda la noche hasta que de nuevo salió el sol, sin que su gran amigo apareciera por ningún sitio. Contempló en soledad la puesta de sol que tantas veces ambos habían compartido juntos y aquel maravilloso amanecer. De repente, cuando ya pensaba marcharse, observó a lo lejos una barca bañada por los primeros rayos matutinos que se acercaba hasta la orilla de arenas blancas, un pescador con el pantalón remangado y con el torso descubierto descendió de ella y se le iba acercando apresurado, sólo percibió su sonrisa y no tardo en identificar aquella figura con la de su amigo Jhonatan, ambos se fundieron en un intenso abrazo y no pudieron evitar llorar de alegría por el reencuentro, teniendo como escenario el bello Puerto de Vallarta.

- Me tenía que buscar la vida, Ney, no podía sustentarme del aire- dijo Jhonatan, con el pelo más largo y mucho más alto que cinco años atrás- pero he aprendido en este tiempo a retar al destino, a ser más fuerte... He aprendido el lenguaje de las gaviotas y a pensarte en mis silencios como mi mejor amigo...

Ney volvió a abrazar a Jonhatan con fraternidad y lo miró fijamente a los ojos.

- Pero quiero que dejes todo eso, quiero ofrecerte una vida mejor, trabajarás para mí, Jhonatan, soy dueño de muchas empresas, nos esperan viajes, comidas en grandes hoteles, bellas mujeres...¡dinero, mucho dinero!, serás muy feliz, ¿recuerdas mis promesas de años atrás?, ahora se cumplirán... el hombre no puede subsistir enfrascado en el romanticismo de hablar con las gaviotas... la vida no es una película de amor, la vida es sentirse alguien, ser exitoso... ¡triunfar!

Pero a pesar de sus buenas intenciones respecto a su amigo, Ney no había entendido nada de la profundidad que encerraban aquellas palabras de su Jhonatan.

- Gracias, Ney, muchas gracias, pero soy muy feliz con lo que tengo, ya he triunfado en la vida. Ahora dispongo de una filosofía vital, eso no me lo proporcionará ni el mejor trabajo, ni la mayor fortuna del mundo... Ahora sé amar lo que me rodea, me siento a gusto ante la inmensidad de este Océano, pescando sólo para sustentarme. Mi vida es esta barca, este cielo... y la fidelidad que te debo a ti por haberme dado sustento cuando lo necesité y por ser ese amigo del alma. No preciso de más.

Ney abrió sus ojos impresionado, no podía creer que su amigo rechazara todo lo que le estaba ofreciendo, y fue entonces cuando Ney se dio cuenta de que su vida estaba realmente llena de materialismo, de grandes proyectos empresariales, de compras y ventas a gran escala, y sobre todo de falsos amigos que se le habían ido acercando para conseguir parte de su dinero... pero aquél a quien tenía enfrente era distinto de los demás, fue la única persona capaz de demostrarle que su vida estaba vacía en lo esencial, su fortuna externa no podía competir con la gran riqueza interior que le demostró tener Jhonatan, éste sí era realmente feliz con tan poco y le estaba demostrando ser el más íntegro y auténtico de todos sus amigos, y por una vez en la vida tomó la decisión que le dictaba su carazón: la de echarse a la mar junto a Jhonatan, el único verdadero amigo que realmente tuvo siempre.

Así, el niño Ney Escobar de antaño también puso en práctica una nueva filosofía vital, alcanzando a comprender que lo verdaderamente importante en nuestra vida es estar al lado siempre de ese buen amigo que nunca nos va a fallar y con quien podamos compartir un pescado, una fogata o una puesta de sol mientras nos hace comprender en dónde radica el verdadero sentido de nuestra existencia.

Gaspar Sánchez Salas

(Jaén, España 1970), Doctor en Filosofía y Letras ( Filología Hispánica ), Universidad de Alcalá de Henares.

Discípulo, colaborador y asistente de Camilo José Cela

Ha colaborado y publicado

Diccionario Geográfico Popular de España. Vol. I. 1998.

Diario ABC de España

La formación de gentilicios, seudogentilicos y otros dictados tópicos en la provincia de Jaén. ( tesis doctoral )

Ensayo publicado en el cálamo:
Recuperación de las formas de tradición oral en México a través de la Dictadología Tópica Celiana. 2000

Publica " mis mejores anecdotas en el cálamo en 2002"

Sus dos últimas publicaciones son Cela: el hombre a quien vi llorar, Ediciones Carena, 2002 y Apuntaciones críticas sobre la obra de Camilo José Cela, Volumen I, Ediciones Carena, 2003.


Ha impartido diversas ponencias y conferencias en :

Departamento de Estudios Literarios, Universidad de Guadalajara.

Instituto de Estudios Ibéricos avalados por La Sorbona. París, Francia.

I.E.S. "Cástulo" de Linares Jaén, España.

Congreso Internacional celebrado en Postdam, Alemania.

Sociedad Española de Lingüística C.S.I.C., Madrid, España.

   
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