ELEMENTOS


El hombre, como el árbol, es un ser dentro del cual

unas fuerzas confusas vienen a ponerse en pie

G. Bachelard

1

La madera

Son palabras tan sólo las que tejo

pero no es mía la rama que construyen

Ayer soñé que de mi boca azul

brotaba un árbol lleno de ciudades

: sus raíces prendidas en mi tórax

sus tallos levantados

como brazos girando bajo el cielo

De mis ojos manaban dos arroyos

que fluían hasta el fondo de la calle

mi alma, hijo, se agitaba como un pez

bajo mi piel-corteza y sospechaba mares imposibles.

en el momento justo en que un hachazo

rasgó el costado izquierdo de mi tronco

y me hizo caer sobre mi tumba

; y el pez, ya liberado, abrió sus alas,

mordió cuando moría aquella manzana

y echó a girar el mundo entre sus muslos




2

El agua

El anhelo –dijo– te entregará sus joyas

mas ahogarán tu lengua sus cristales

Y desde entonces fui

lanzado negro animal humano

a las calles sin lámpara ni brújula

en busca de una puerta, un pasadizo

para saltar al lado blanco de mi historia

y encontrarme otra vez con mi fantasma

en algún callejón, entre recuerdos.

Bloques de casas pasan a mi lado

los autos rasgan el filo de la acera

gente sin cara carga con su sed

y canta una canción –está cantando—

sobre un hombro desnudo de mi cuerpo

Y yo prosigo

con las manos ardiendo entre candados

con los párpados llenos de cerrojos

con los labios quemados entre edificios ciegos

y bestias clausuradas muy cerca del cancel de los oídos

Y ya cansado, sin las perlas tuyas

sin el calor del mar que ya he perdido

encuentro tras la piel de la ciudad

(contra la luz molida por el día)

el llamado del agua cristalina

que me pide alcanzar el pez del alma



3.

El aire

El aire –dijo- lavará tu cuerpo

pero será la tierra la que rija tus pasos y te espere

Y entonces fue que nubes y palomas

bajaron a mis hombros y en mi pecho

sembraron sus semillas transparentes

pero era ya muy tarde; era muy tarde

una sordera larga arenaba mi cuerpo con su aroma

y las manos del tiempo cotidiano me privaban del canto

y cerraba los ópalos del ojo para dejarme ciego

en un país lejano, en otra tierra.


4.

La lluvia

Fachadas y ventanas, barrios y viejas voces

son ahora borrados por la lluvia

y el salitre feroz de la ciudad se sube por mis piernas y las cubre

con sus manos de cal, su azogue blanco

No hay ahora una taza de café

ni una persiana abierta hacia la calle

el habitante mudo de mis pasos

no tiene entre sus manos tu cabello

y mientras las paredes se desgajan

y en la ventana escurren las estrellas

un olor de recuerdos olvidados

arde en los ojos la garganta nubla


5.

La sombra

Hemos perdido el cielo de los ojos

las nubes de las manos los pájaros delfines de la sangre

perdimos escaleras y paredes, empedrados

y esquinas, jardines y el sentido

de aquella religión que era la nuestra

y cobijaba a solas nuestros pasos

: hoy la ciudad se rompe en los viaductos

se desbarata en luces sobre cerros

y su imagen grabada en la membrana

última del cerebro no es la imagen

de la mujer que canta y se desnuda

sino la de una carpa que asfixiada se hunde

en un mar de cemento endurecido

y deja su epitafio consignado

en las manos de sombra del poeta


6.

El oro

Individuos clonados por la luna

despiertan cada día sobre su cama

abren los ojos, pónense de pie, al espejo se miran

se sonríen, reconstruyen su rostro con sus manos

y sacuden el polvo de la noche

usan la regadera, se rasuran

salen a caminar por las banquetas

suben a taxis metros y camiones

y se pierden de nuevo entre la bruma

Nunca regresan. Nunca regresamos.

Pero en la noche cuando todos duermen

Logran oír el canto de los peces nocturnos

cuando ascienden a beber a la orilla del alba

con viejo polvo de oro en sus escamas


7.

El tiempo

¿Qué te queda si esta ciudad ya no es tuya?

¿Si ya no encuentras el café de ayer ni la avenida es clara como entonces

ni está contigo la muchacha aquella que construyó caminos con tus pasos?

¿Qué te queda si este grito de estatuas

es en realidad el golpe de tu voz extraviado entre espejos y paredes?

¿El espesor de la navaja te llama?

¿El grito de la luna te ha convertido piedra?

¿Tus ojos aún brillan cuando el amor se acerca?

¿La calle aquella ya fue demolida?

¿Sueñas que en otra esquina la mujer de silencio ya te espera?

¿Cómo es que no adivinas que esto que nos enciende es sólo un sueño

sembrado alguna noche en nuestro cuerpo?




V LA BUSQUEDA

Y Dios ordenó al hombre que buscara

mas no le entregó herramientas de uso fácil

las preguntas desde entonces se plantean sin precisión

pero las respuestas no existen, por lo que es necesario inventarlas


ESPECULACIÓN PRIMARIA


1.

Todo tiempo es presente.

Todos los nombres son ahora uno solo, que pronuncio.

El nombre tuyo, este clavel que crece como piedra

en el sótano cerrado del corazón


Todo sueño perdido se rehace

pero nunca es el mismo. La memoria

es galaxia que no regresa nunca.


La mirada se agita en su nido de piedra, entre recuerdos

pero cuando lo toca, se deforman

Los dados giran solos, el camaleón tiende su trampa

El sol alarga el cuello y ladra con un sonido nuevo cada día. “El pasado no existe”, te repite. Atrás de ti, sólo queda un reflujo que se pierde. Tus huellas en la arena, tú lo sabes, no pueden ser recuperadas ; cruzas la superficie líquida del mundo y te disuelves en una lluvia de éter.

Miras hacia el pasado, yo lo sé, y no ves tu camino trazado por el polvo.

Buscas en el abismo de tu sueño pero alcanzas apenas armarios corroídos por la cal, viejas columnas en cuya cima duermen los relámpagos, ruinas cansadas de sostener el flujo de los ríos

: la instauración de mundos incompletos; las manzanas del odio lanzadas al futuro; el estallido de volcanes verbales, el derramamiento de la carne; el crecimiento de la semilla negra; los campos que se cubren de ceniza; el calidoscopio que hace estallar lunas y gemas; los corceles que buscan los mapas de la historia y, más allá del polen que cae en nuestros ojos, se reconstruye el mapa del origen

: tus manos tejen voces, arañan en la historia los primeros recuerdos que, una vez más, inventas sin saberlo.

La mariposa debe ser fijada con alfileres blancos. El alambre que nos sostiene ahora, comienza a ser visible.

2.

Ninguna barca recupera el canto ninguna lira de la mar el golpe.

La mañana ha caído. Y la noche ya no es evitable.

La bruma arranca a nuestras manos la copa que anteayer tú ya bebiste.


El mundo fluye, el tallador reparte su baraja y la ley de las similitudes una vez más se cumple,

sobre este hilo de palabra, en tanto que te construyen,

te desplazan hacia otro presente

que no existe.


3.

Miras tu cuerpo roto y no te reconoces

en la imagen que ahora deja ante ti el espejo.

El vidrio manifiesta un rostro ajeno

; más allá de su quieta superficie

alguien es devorado por criaturas hieráticas.

Ah, tu figura de niño se ha extraviado;

tu luz de adolescente fue apagada por cortos circuitos que no entiendes;

tu juventud primera con sus limos

sucumbió entre las flores de la herrumbre

que levanta el oleaje mientras duermes.

El pasado no existe, hermano mío,

no hay más allá que este hilo de palabras que va tejiendo el texto.

Nada que puedas ver

al asomar al cristal transparente de la roca.

Porque no hay roca y nada te sostiene

En cambio ruedas, giras, te deslizas en un arroyo tibio de palabras por una orografía en descenso; avanzas, te precipitas, te sacudes, caes : el mar está a lo lejos detenido ; su corazón acuoso te contempla, el descenso prosigue. Tus retinas cansadas, entre sueños, perciben ese sonido de agua que se aleja, olas que dicen su larga letanía, lenguas que cantan la canción de la arena y que no cesarán hasta que llegues.


El presente no existe.

El reloj se venció sobre gardenias secas

y nos sigue con el ojo despiadado de un dios que ha sucumbido en la batalla.


Somos la gota de agua en la cima de la ola.

Rayo de luz que muere al tocar el cuerpo que ilumina.

Pájaro que construye su garganta en cada oído que logra recibirlo.

Pero no

El tiempo se derrumba.

Estamos y no estamos.

No fuimos, no seremos y sin embargo somos.

El pasado lo inventan otros ojos

; las palabras prestadas son ahora las nuestras

la vida se recobra, pero con otro nombre.

En el iris florecen escamas silenciosas

que luego, desprendidas, caen en el espejismo.


Sin embargo, esperamos el canto de este sol,

la blanca densidad del alba, el palatal chasquido de las gárgolas

cuando repiten cerca de tu almohada el llamado que tú ya rechazaste.



LAS REGULACIONES INTERROGATIVAS DE UN SUJETO,

ENTENDIDO ÉSTE COMO ENUNCIADOR DE LA PREGUNTA


¿Esto que ha sido dicho en este texto es lo que debe decirse?

No se sabe. Este hilo de letras mana de alguna herida, pero no es posible saber quién la padece; si quien es instrumento reconocido para fijarlas al papel mediante esta tinta que vemos extenderse, o si quien ahora las recibe en su retina (tú) y las hace vibrar en el oído... o si quien, atrás de ambos, asecha mientras el mundo se disuelve.

¿De estas palabras asciende la imagen de Terminator?

No hay duda. Esta figura extraña, que sido bien documentada en libros y películas fantásticos, sube a la superficie de estas letras para mirar hacia a nosotros y dejarse mirar, con el signo que representa y que bien sabemos cuál es.

¿Cómo está constituido Terminator?

Imposible saberlo. Mas se sospecha que una intrincada red de fibras exquisitas se sumergen en chips de la séptima generación, debajo de la capa de plutonio que cubre sus engranes. Se sabe que una mano más fría que la que ahora escribe lo tejió con silicio, como un moderno Frankestein, y dibujó su cuerpo con materia tomada de la sombra. Luego hilo la sustancia de los tiempos, lo colocó en otro nivel del juego y ha dictado que su función de verdugo permanezca desde que mató a nuestro Adán a la edad de 930 años hasta que muera el único ser que en verdad nos importa: es decir, lector, tú mismo.

¿Conoce Terminator su misión?

Hermano de nosotros en cuanto a la ignorancia, carece de recursos para encontrar respuestas decisivas. Apenas balbucea, apenas presiente, pero no conoce las respuestas. Es su cuerpo el que sabe que su fin es matar, pero no su razón, tan limitada. El principal problema que le nubla los ojos es su certeza de ser independiente y libre, creer que es capaz de razonar y de elegir.

Cítese un ejemplo

Considera que puede decidir si prefiere una pera o una manzana ; dejar que el aire fresco de la tarde toque su rostro o cubrirlo con un gesto feroz que lo proteja.

¿Eso es falso?

Rotundamente falso. En su chip 950-Éter JS está inscrita su preferencia de siempre por las peras. En la tarjeta madre GP17, decidida su sensación de libertad. Su miseria radica en creer que puede elegir y que sabe de dónde viene y cuál es su destino.

¿No siendo libre, entonces, cómo llegó a nosotros?

Por causa desconocida. Tampoco entendemos la complejidad de este suceso. En cambio, su presencia es irrefutable. Tiene en la mano una guadaña y un cañón que dispara con alta precisión y con 99 por ciento de eficacia contra el huevo energético del hombre hasta provocar alguna grieta por donde el flujo de la vida se le escapa. Nos obliga a plantearnos frente a él, a emborrachar la sombra con su charla y a vestir de problema nuestros pozos.

¿Lo conociste tú, quien esto escribe, desde tiempo remoto?

Primero no se le reconoció. Era una especie de humo que flotaba detrás de la infancia. A veces invisible tocaba con sus manos la nuca del que escribe o lo obligaba a mirar a las estrellas ; en el lago celeste, un golpe silencioso pulsaba ciertas fibras del pecho. Otras veces llegaba en medio de la risa; uno quedábase de pronto inmóvil en el patio tal vez, en la cocina, en la cochera acaso, en el corral, y desde ahí veía girar el mundo, hundido entre la luna derramada y soportado sólo por un vaso de leche, un mollete en la mano. La sensación siempre era la misma: el mundo se detiene y uno sabe que un día se va a morir sin más remedio.

¿Llegaba acaso a sacudirte?

Nunca violentamente. Sólo su frío se le acercaba a uno. Sólo su sombra apenas lo rozaba. Y en la cama, entre vigilia y sueño, inmovilizado como una liebrecilla, uno presentía, uno quería olvidar.

¿Se aproximó en la adolescencia?

Estaba su fulgor apagado en el fondo de cada movimiento. Estaba uno escuchando tal vez a Procol Harum, cuando su helada luz descendía desde alguna azotea y lo cubría. Uno entonces callaba entre tantos amigos. Dejaba a un lado el vodka. El volumen interno se apagaba. Las luces de la carne se extinguían y quedaba de pronto la mirada de uno sofocada por un extraño brillo mientras la Tierra mantenía su giro sobre el eje inclinado 12 grados, se cree, en relación con su desplazamiento en torno al Sol. Había un sonido al fondo; una especie de murmullo apenas perceptible : el giro de los astros, el sonido, quizá, de las esferas.

¿Otro ejemplo?

A veces aparecía, sin ser reconocido, en el fondo del beso. Desde ahí lanzaba garfios a la carne. Sabíamos pues de pronto a medias del amor que en todo beso late un poco de ceniza.

¿Nada entonces lo vence?

Uno puede enfrentarlo. Reconocerlo. Medir la fuerza de su tórax, sus bíceps mercuriales, sus manos articuladas con finísimos tántalos metálicos. Pero nada lo vence. Quizá sólo el espacio que tejen con sus manos los amantes, cuando sus cuerpos húmedos se buscan; cuando la piel desnuda se descubre como una luna fértil bajo que se derrama sobre ríos de nostalgia. Quizá sólo el encuentro de los cuerpos, al encender el trozo de tierra que les toca, pueda borrar el golpe del fantasma, los pasos del espectro que se acerca.

Cítese un caso

Yo tenía entre mis manos el cuerpo desnudo de I. G. Su piel se acomodaba como una orquídea (morena, en este caso) a la geografía de mi cuerpo (blanca, en este caso). En sus ojos ardía un tiempo verde, una lengua de largos balbuceos; ecos de alguna gruta en que se filtra un hilo de universo (esa) que no vemos. (Ahora me detengo). (Respiro). (Ahora sigo). Yo me hundía en ese abismo transparente mientras su aliento entretejía en mi cuello el bálsamo que todo lo conoce. Su piel encendía lámparas sobre mis manos. La saliva disuelta de la noche derramaba poesía en la navegación gozosa de los muslos. Yo entré en los sueños de ella, recorrí su penumbra y aseché en los lindes marcados por la luz de una vela llena de aves y de sombras.

Era ella en mi cuerpo ; conocí la delicadeza de su espalda, la caída doble de sus nalgas ; los matices que trazaba la luna entre sus senos ; sus pezones de piedra, la avalancha del vientre precipitándose hacia el arroyo negro. Amé en ella, en el momento irrepetible, la elástica humedad de su entrepierna, el limo suave de sus coyunturas, el desliz de las cálidas mucosas, sus pequeños rizos negros y el molusco amoroso de sus labios internos.

No fuimos solamente ella (con todas las veredas de su cuerpo) y yo (con todos los cuchillos de la carne). Dimos forma a un espacio que brillaba y aún brilla esta noche en el recuerdo. Un espacio de luz que hirió la potestad del día y aniquiló la densidad de la muerte.

¿Queda algo de eso ahora?

Los recuerdos no existen. Pero la luz aún de lo perdido brilla hasta esta noche en que estoy solo y ella está conmigo.

   
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