III. La foto

Entre los medios artísticos utilizados para autorepresentarse y ponerse en escena estéticamente, la fotografía es un viraje en la obra de Picasso. El propio pintor confiesa el interés particular para la foto como lo comprobamos con la cita que sigue que encontramos en un artículo de Anne Baldassari, actual conservadora del Museo de París y que consagró varios estudios y exposiciones a la relación entre pintura y fotografía e la obra de Picasso:
"Varias veces en mi vida, me sucedió sorprender una expresión de mi rostro que nunca he podido encontrar de nuevo en ninguno de mis retratos. Y tal vez era mi expresión más verídica, Uno debería hacer un hueco en el espejo para que el objetivo pueda captar su rostro más intimo de improviso."

Con la autorepresentación, el narcisismo de Picasso se desarrolla según un escenario en la que la foto desempeña un papel importante. Su originalidad es que da la impresión de una objetividad documental mientras se aleja de la realidad, distanciándose del sujeto fotografiado. Es por eso que, aunque los clichés que vamos a presentar ahora son autorretratos, nos parece importante dedicar una parte a la fotografía e incluirla dentro de la práctica de la autorepresentación y de la puesta en escena de la imagen. Juega con las superposiciones de clichés y de obras, para empezar un verdadero diálogo entre pintura y foto.

Entre las fotos hemos seleccionado primero unas en los que Picasso superpone los trabajos pictóricos con los clichés. Entre 1901 y 1902 realiza una foto en que destaca la sombra fantasmagórica del pintor vestido con la misma elegancia que en El autorretrato con sombrero de copa. La silueta, como si fuera su doble espectral, y unos cuadros se yuxtaponen. Percibimos arriba Yo Picasso de 1901. El pintor está el dueño entre sus obras.

Esta foto, como otras, recuerda una de las intenciones del ejercicio de autorepresentación, la necesidad de volver sobre sí mismo tanto desde un punto de vista artístico como personal. Entre soledad y miedo busca descubrirse de nuevo en este frente a frente con su propio rostro. En otro cliché, el pintor está en el centro de su estudio rodeado de amigos. La inscripción recuerda las inscripciones "Yo Picasso" de unas autorepresentaciones contemporáneas. Encontramos de nuevo elementos rituales de las autorepresentaciones como la expresión virulenta y legendaria de la mirada. Como lo escribe Anne Baldassari "La mirada es como un ciego, en una suerte de pesantez relacional que es propia de muchos autorretratos de Picasso, ya sean estos pintados o fotografiados." Comprobamos que, en estos clichés así como en los autorretratos de juventud, la mirada parece algo "pérdida", fijada en una concentración ausente pero sin embargo sigue siendo conquistadora. El autor del cuadro así como de la foto se convierte en el modelo e intenta fijarse en la eternidad de la pose, por eso suele ponerse en escena y colocarse en el centro de todas las miradas. Por los montajes fotográficos da una muy nueva dimensión al espacio pictórico, "La pintura ahí se da como una extensión continua, potencialmente ilimitada, que define un nuevo espacio referencial, el espacio pictórico, el espacio Picasso." Define también el estudio como "el lugar inaugural" donde hacerle preguntas a la vez al hombre, el artista, las potencialidades del hombre.

Tendemos a considerar la práctica de la foto como "un manifiesto" que indica la postura y la voluntad artística de Picasso al principio del siglo. La manera con la que ostenta su cuerpo es comparable a cierta intención de "autoerotismo". Puede que sea la misma voluntad que le conduce a pintarse desnudo, en posturas hieráticas. Anne Baldassari menciona una serie de clichés en 1915 y 1916 que muestran Picasso en los disfraces de obrero, de boxeo o con el torso desnudo.

Estas fotografías evocan el periodo de transición que vive entonces. A los treinta años ha adquirido fama y empieza una existencia más mundana con Olga, su nueva pareja. Además, los años 1915, 1916 y 1917 marcan la vuelta a la práctica del autorretrato ausente desde 1907.

La fotografía resume las preguntas que Picasso se hace en unos cuadros como las series de El pintor y su modelo o en todos los cuadros en los que interroga la obra de arte. La cámara es un sustituto del espejo. En la serie de cuadros denominados Perfiles y realizados entre 1927 y 1929 se oculta bajo una sombra, una presencia indirecta. El pintor quizás no quiere verse directamente, físicamente en el espacio pictórico. Estas autorepresentaciones tienen como fuente a una foto de Picasso de 1927. Ha fotografiado su perfil de sobra superpuesto a un retrato primitivo. Es considerado como un autorretrato.

Utilizará estos clichés en óleos que realiza entre 1928 y 1929 y les da el título de autorretratos, aunque estamos lejos del autorretrato tradicional tal como lo definimos. Si el cuadro no llevara el título no pudiéramos reconocer el rostro de Picasso. Ya hablamos de esta serie de perfiles en la primera parte del estudio. Por el subterfugio artístico, hace desaparecer a Olga progresivamente para dejar entrar la nueva amante, Marie-Therèse. Picasso reduce su representación a una silueta, un ser invisible pero testigo de las escenas de su vida. Mientras en los años 1927 y 1929 la mujer es comparable con un monstruo, en 1953 el distanciamiento con Françoise Gilot se consume. Se proyecta entonces en una sombra monumental que ocupa una parte importante del espacio. Anne Baldassari lo explica así, "Proyectar su sombra en estos lienzos como un busto de perfil, desprovisto de manos, parece ser una manera de situarse a sí mismo como un extraño objetivo."

La fotografía permite ilustrar una de las dimensiones de la autorepresentación en la producción artística de Picasso, el intento de pintarse pero sin buscar necesariamente un reflejo realista y fiel de su imagen. Utiliza las posibilidades del arte para representar más bien una identidad ideal, la identidad del pintor. El arte es como un refugio en el que utiliza diferentes subterfugios para materializar su imagen y dejar su huella en la obra pictórica. Además de ser un riesgo plástico, la autorepresentación se apoya sobre la foto, testimonio narcísico de sí mismo. La arrogancia de estos clichés recuerda la puesta en escena del ego que ya notamos en unos cuadros y que encontramos también en este autorretrato en el estudio con unos amigos en que Picasso se pone voluntariamente en evidencia y se da haber. Está sentado en el medio, como el dueño y con una mirada orgullosa que no deja de fijar el objetivo la cámara. Quiere ser el foco de todas las miradas.

"El yo interior forzosamente está en mi lienzo ya que yo mismo soy quien la hace. No necesito atormentarme por ello. Haga lo que haga, ahí estará hasta de más... El problema, es el resto..." Picasso


Introducción general

El autorretrato, la autorepresentación

Primera parte:
El autorretrato tradicional: la imagen de sí mismo

I. La imagen de la juventud: la voluntad de afirmarse
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II. Entre confesión y sátira, los últimos autorretratos:
el inevitable e implacable enfrentamiento consigo mismo
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Segunda parte:
Los dobles híbridos y las imágenes disfrazadas

I. El arlequín
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II. El minotauro
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III. El mono

Tercera parte:
Síntesis: El creador

I. La imagen legendaria del pintor con sus atributos
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II. El Creador

III. La foto

Conclusión

Bibliografía